La organización de la sociedad

»Después de la conversión del emperador romano Constantino se fueron convirtiendo al cristianismo los diversos pueblos del norte de Europa que culminó con la conversión del sajón Otón y la fundación del Sacro Imperio Romano-Germánico, columna vertebral de la Edad Media»[1].

«Durante la Edad Media el orden temporal se estructura según los principios del Evangelio. A esto se denomina Cristiandad, término que a partir del siglo IX, entró a integrar el vocabulario corriente»[2].

«La sociedad medieval fue una sociedad anclada en la fe. (...) Lo que creía el aldeano era lo que creía el emperador y el papa» [3].

«La generalidad de los autores coinciden en ver en el siglo XIII el siglo de oro medieval»[4].

 

Característico de la Edad Media fueron las Cruzadas  y las Órdenes Militares.

«Las Órdenes Militares nacieron con fines no estrictamente militares o guerreros, sino más bien caritativos y benéficos: para proteger y dar morada a los peregrinos. (...) La primera de ellas, cronológicamente hablando, fue la de los Caballeros Hospitalarios de San Juan.(...) La segunda fue la de los Templarios, fundada también para la protección de los peregrinos que llegaban a Tierra Santa»[5] 

 

Muchos peregrinos morían a manos de los musulmanes que dominaban la zona.

Los Templarios fueron disueltos por el Papa Clemente V, por presión del rey francés Felipe IV el Hermoso, que ansiaba apoderarse de los bienes acumulados por esta Orden Militar, y la acusó de herejía y corrupción. Pero la historiadora italiana Bárbara Frale ha demostrado que esta acusación fue calumniosa. Su estudio la ha presentado en la publicación de estudios históricos y arqueológicos Hera [6].

 

Digamos algo de Las cruzadas.

A partir de la fundación del Islam por Mahoma, el año 622, empezó el expansionismo de los mahometanos que llegaron hasta Austria y sitiaron a Viena.

Jerusalén fue tomada por Omar, que levantó su mezquita en la explanada del templo.

Los musulmanes hostigaban y hasta martirizaban a los cristianos que peregrinaban a Tierra Santa. Pedro el Ermitaño peregrinó a Jerusalén, y al ver la triste situación en que se encontraban los Santos Lugares, al volver, convenció al Papa Urbano II que era necesario reconquistar los Santos Lugares para que los cristianos pudieran peregrinar a ellos sin peligro de su vida.

El Papa Urbano II convocó un concilio en Clermont-Ferrand en 1095 del que surgió la Primera Cruzada.

La consigna de las cruzadas era «Dios lo quiere».

Como en todas las cosas humanas, en las cruzadas se mezclaron las luces con las sombras. Pero tomadas en conjunto fueron la manifestación del espíritu cristiano de la época, y la ocasión de innumerables actos de heroísmo.

Vittorio Messori en su libro Leyendas negras de la Iglesia, hablando del Profesor de Historia y Sociología de la Universidad de Bruselas Moulin, uno de los intelectuales más prestigiosos de Europa, cita estas palabras: «Haced caso de este viejo incrédulo, que sabe lo que dice: la obra maestra de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos, sobre todo en los católicos, una mala conciencia, infundiéndoles la inquietud, cuando no la vergüenza, por su propia historia. A fuerza de insistir, desde la Reforma hasta nuestros días, han conseguido convencernos de que sois los responsables de todos, o casi todos, los males del mundo. (...) Habéis permitido que todos os pasaran cuentas, a menudo falseadas, casi sin discutir. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya imputado. Y vosotros, casi siempre, ignorantes de vuestro pasado, habéis acabado por creerlo. Hasta el punto de respaldarlos. En cambio, yo (agnóstico, pero también historiador que trata de ser objetivo) os digo que debéis reaccionar en nombre de la verdad. (...) Tras un balance de veinte siglos de cristianismo las luces prevalecen ampliamente sobre las tinieblas»[7].

En el clima de cristiandad de su tiempo se explica la Inquisición.

No es justo juzgar a la Inquisición con los criterios de hoy. Hay que hacerlo con los criterios de entonces.

«En una sociedad en la que la fe constituía la base y garantía de la convivencia, el que atentaba contra la fe era el equivalente de lo que para nosotros es el terrorista. (...) Actualmente consideramos bienhechores a los que previenen epidemias físicas. Pero cuando se pone en primer lugar la salvación del espíritu, se consideran bienhechores a los que combaten las enfermedades del alma» [8].

Por otra parte conviene advertir que la Revolución Francesa produjo muchas más víctimas que las tres Inquisiciones católicas[9] . Y son insignificantes con los millones que asesinó Stalin, pero de esto no se habla.

 



[1] ALFREDO SÁENZ, S.I.: La cristiandad y su cosmovisión, I, 2, 5.  Ed. Gladius. Buenos Aires.1992

[2] ALFREDO SÁENZ, S.I.: La cristiandad y su cosmovisión, I, 2  Ed. Gladius. Buenos Aires.1992.

[3] ALFREDO SÁENZ, S.I.: La cristiandad y su cosmovisión, I, 4, Ed. Gladius. Buenos Aires.1992.

[4] ALFREDO SÁENZ, S.I.: La cristiandad y su cosmovisión, I, 3, Ed. Gladius. Buenos Aires.1992.

[5] ALFREDO SÁENZ, S.I.: La cristiandad y su cosmovisión, IV, 3, Ed. Gladius. Buenos Aires.1992

[6] Diario LA RAZÓN del 27-III-2002, pg. 22.

[7]  VITTORIO MESSORI: Leyendas negras de la Iglesia , Introducción. Ed. Planeta+Testimonio. Barcelona

[8] VITTORIO MESSORI: Algunas razones para creer, XIII.  Ed. Planeta+Testimonio. Barcelona.2000

[9] VITTORIO MESSORI: Algunas razones para creer, IX.  Ed Planeta+Testimonio. Barcelona.2000.

 

Extraído del "Libro para Salvarte" del Padre Jorge Loring

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