LA PRIMERA LITERATURA MONÁSTICA

LA EDAD DE ORO DE LA PATRÍSTICA ENTRE LOS CONCILIOS DE NICEA

(a. 325) Y CALCEDONIA (a. 451) 

Escritores del siglo IV y comienzos del siglo V

 

a) El comienzo del monaquismo

La espiritualidad del monaquismo está basada en el contemptus saeculi. Las

primeras noticias que tenemos de esta forma de vida nos las proporcionan San Atanasio y San Jerónimo en sus escritos sobre los monjes de los desiertos de Egipto. El monacato cristiano nació en la segunda mitad del siglo III en Egipto como anacoretismo (anacwrein = subir: del poblado valle del Nilo al desierto). Llevadas por el deseo de observar de modo radical el evangelio, algunas personas se desprendían de todos sus bienes e incluso abandonaban la comunidad social a fin de vivir en adelante sólo para Cristo (monacoV = el que vive solo [para Cristo]).

 

En la primera mitad del siglo IV aparece San Antonio Abad (251-356), en los desiertos de Nitria y Scete (Bajo Egipto). Lleva una vida anacorética de soledad y silencio. En el Alto Egipto vivía San Pablo de Tebas por aquella misma época.

Después de veinte años de soledad, San Antonio reúne a sus discípulos y se forma la primera comunidad de anacoretas sin regla. Así aparece la primera forma de vida común.

 

En el Alto Egipto (Tebaida), San Pacomio (286-346) inaugura la vida cenobítica que es también una forma de vida común, pero con obediencia a un superior religioso mediante una "Regla". Los monjes viven en un claustro (casa con celdas para muchos monjes rodeada de un muro). Al frente del monasterio o cenobio está un abad. A la muerte de San Pacomio había ya nueve cenobios en la Tebaida con millares de monjes. Había también dos cenobios de mujeres. La abadesa era María, una hermana de San Pacomio.

 

Además de este ejemplo de monacato femenino, tenemos en el siglo IV el suceso de las damas romanas que, dirigidas por San Jerónimo, se trasladaron a Belén y fundaron un cenobio para mujeres.

 

Otras formas primitivas de monacato son las de:

• San Sabás: vida anacorética y eremítica en los desiertos de Judea y Siria; aparecen las lauras en Jerusalén, que son una fusión de la vida eremítica y cenobítica;

• San Efrén: en la segunda mitad del siglo IV, vida anacorética y eremítica en Edesa (Siria nororiental); ahí estuvieron San Juan Crisóstomo y San Jerónimo;

• En Asia Menor, Eustacio, obispo de Sebaste (380) promueve la vida cenobítica. San Basilio fue discípulo suyo y propiamente se le considera el fundador del monaquismo en Oriente. En los monasterios fundados por él se

vivía en común, se practicaba el amor al prójimo y se cultivaba una forma de cultura elevada. San Basilio escribió reglas monásticas.

 

Más tarde aparecen otros tipos de vida monacal:

• Los sarabaitas: vivían dos o tres en la misma celda;

• Los giróvagos: iban vagando de una comunidad a otra;

• Los reclusos: se hacían emparedar vivos en celdas muy estrechas, de por vida;

• Los estilitas: como San Simón, que vivió treinta años, cerca de Antioquía, en una columna.

 

Entre los siglos IV y VIII se desarrolla el monaquismo urbano. Por ejemplo, en Constantinopla había ochenta monasterios en tiempo de Justiniano (siglo VI) que escribió sobre los monjes y a quienes dedicó las "novelas" 5 y 139.

 

Son dignos de mención, dentro del monacato urbano, los acemetas ("akoimetoi"): los insomnes. Su fundador fue San Alejandro. Se dedicaban a la "oración perpetua". El monasterio de Studion fue un monasterio de acemetas muy famoso en la antigüedad, fundado por el consul Studios. Los monjes "estuditas" fueron firmes defensores del Primado

romano contra los monofisitas, en el siglo VI).

 

Los monjes solían ser laicos (legos). Vestían hábito (túnica negra, cinturón de cuero, piel de cordero o cabra, capuchón), ejercían un trabajo manual y hacían oración. Había algunos pocos sacerdotes entre ellos.

 

Entre los monjes orientales no parece haber habido dependencias con esenios, neoplatónicos, pitagóricos, budistas, etc.

 

b) Importancia e influjo

San Atanasio de Alejandría dio a conocer estas formas de vida en Treveris (Alemania),

durante uno de sus exilios. Escribió una biografía sobre San Antonio.

 

Los primeros monjes de Occidente aparecen bajo la forma de vida cenobítica en las islas del

mediterráneo (la isla de Lerins, frente a Marsella). Practican el monaquismo San Ambrosio,

San Agustín y San Paulino de Nola.

 

El monacato se extendió por el África latina. San Agustín fundó un monasterio en su casa

de Hipona. Se vivía "vida apostólica" que consistía en que el clero vivía en la casa del obispo. Es el antecedente de los "Canónigos regulares" de la Edad media. Escribió una regla para varones y mujeres. Durante la reconquista bizantina del África del Norte (siglo VI) seguían muchos monasterios organizados según esta regla de San Agustín.

 

En el centro de las Galias también se extiende el monaquismo a través de San Martin de Tours que funda el monasterio de Ligugé (Poitiers) y el de Marmoutier (Tours, año 370).

En el sureste de las Galias (Provenza) aparecen formas de vida monacal en Marsella y Lerins. Juan Casiano funda en Marsella la Abadía de San Víctor. Honorato funda en Lerins "lauras" como las de Palestina (vida cenobítica y eremítica combinadas). Otros promotores insignes del monaquismo occidental fueron Salviano de Marsella y San Vicente de Lerins. De esos monasterios salieron obispos famosos como Hilario y Cesareo de Arlés, Máximo y Fausto de

Riez, y Euquerio de Lyon.

 

Un siglo más tarde San Benito (480-547), patriarca del cenobismo occidental, propaga la vida monacal. San Benito nació en Nursia (Sabina del norte) y muere en Montecasino en plena guerra gótica. Estudia en Roma, va a Subiaco (Sublacum —"bajo el lago"—, en los montes sabinos: lago artificial construido por el emperador Claudio junto a las ruinas de un palacio campestre de Nerón). Ahí funda una comunidad según el modelo de los monasterios de San Pacomino.

 

La segunda fundación es Montecasino (529), en Campania, entre Roma y Nápoles. Ahí se instaura la vida cenobítica completa con el "ora et labora" (oración litúrgica, lectio divina y trabajo).

 

San Benito escribe su "regla" el año 540. San Gregorio Magno, que fue monje benedictino, dice que se trata de un "código notable por su discreción y claro en su lenguaje". Está inspirada en la "Regula Magistri" del siglo VI también.

 

La Orden benedictina fue la única que, hasta el siglo XII, rigió el monaquismo occidental. Uno de los benedictinos ilustres fue Casiodoro, hombre público que bajo el dominio de los ostrogodos (540) funda "Vivarium" un monasterio en Calabria, donde se copiaban manuscritos antiguos. Este saber pasaría a los anglosajones y luego los monjes ingleses

lo llevaría a toda Europa.

 

La hermana de San Benito, Santa Escolástica (+547) funda un monasterio para mujeres.

 

c) Breves noticias sobre los primeros representantes de la literatura

monástica

 

La literatura hagiográfica que nace en el siglo IV está estrechamente relacionada con el monaquismo. Hasta entonces en la Iglesia se había venerado sólo como santos a los mártires, y se habían transmitido sus testimonios en panegíricos, vidas y actas de mártires. Con los monjes apareció en escena un segundo grupo de cristianos ejemplares a los que se peregrinaba como a "santos vivientes", al tiempo que se acudía también a los santos lugares de la vida de Cristo en Palestina y a las tumbas de los santos (principalmente de los apóstoles y mártires en Roma). Y se escribían y divulgaban sus vidas.

 

Entre la literatura monástica están las siguientes obras:

 

• La Regla de San Pacomio, que fue escrita ya en vida de él (*9 de mayo de 347). Se ha conservado íntegra sólo en la traducción latina de San Jerónimo. Se divide en cuatro partes con un total de 193 instrucciones breves. El original fue escrito en copto. La base espiritual de la regla de San Pacomio y la medida para todo es la Sagrada Escritura. Sus dos características supremas son la funcionalidad de todas sus instrucciones para promover la vida cenobítica y la moderación que ella mantiene en todo. La virtud fundamental es la obediencia como función creadora y conservadora de la comunidad.

• Las Reglas de San Basilio el Grande. San Basilio conoció los centros monásticos de Siria, Mesopotamia, Palestina y Egipto. Para sus reglas también se inspira en la Regla de San Pacomio, pero sus reglas son totalmente nuevas, de acuerdo con el tiempo que se vivía. San Basilio moderó el afán de ascetismo que había en su época en su Corpus asceticum. Las Reglas de San Basilio representan una colección de normas concretas nacidas de la experiencia y que obedecen a unos principios básicos comunes.

El primer principio es el de San Pacomio: la Sagrada Escritura. El segundo es el integrar el monacato en la Iglesia total. Basilio fundamenta sus Reglas en el mandamiento del amor recíproco.

• Los escritos monásticos de San Agustín: tiene reglas masculinas y femeninas, y su De opere monachorum.

• El Opus de Evagrio Póntico (nacido en 345 en Ibora, en el Ponto) consta fundamentalmente de dos géneros: comentarios bíblicos (según el método exegético alegórico origenista) y escritos ascéticos y monásticos (que se cimientan en la mística origenista pero sin limitarse a repetirla).

• Los escritos de Simeón de Mesopotamia (Macario), de la misma época de Evagrio. Se atribuyeron a San Macario, uno de los padres del monacato egipcio. Fue un griego culto que vivió con su comunidad monástica en la parte superior del Éufrates. Escribió cartas, homilías y logia (dichos).

• Los escritos de Juan Casiano, que es el tercer gran escritor del siglo IV. Nació hacia el año 360 y murió después del 432.. Entre otros escritos suyos están las Institutiones y las Collationes.

• Las vidas e historias de santos: Vita Antonii de Atanasio, Vita Macrinae y la Vita Gregorii Thaumaturgi de Gregorio de Nisa, la Vita Ambrosii de Paulino de Nola y la Via Augustinii de Posidio.

 

• Los itinerarios, como el Itinerarium Egeriae.


Bibliográfica:

- Historia Universal, EUNSA, Pamplona, II, 327 y ss.

- Historia Universal, EUNSA, Pamplona, III, 222 y ss. Cfr. Catequesis de Benedicto XVI sobre San Benito.

- Drobner, 383-416.

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