Sermones de San Bernardo de Claraval para el tiempo de Cuaresma

DEL PEREGRINO, DEL MUERTO Y DEL CRUCIFICADO

Dichosos los que en este presente siglo malo se portan como extranjeros y peregrinos, conservándose puros de sus deleites, porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos aquella que ha de ser nuestra habitación algún día. Abstengámonos pues como pasajeros y peregrinos que somos de los carnales deseos que combaten nuestra alma. Un peregrino va por el camino real: no se desvía ni a la derecha ni a la izquierda. Si ve, acaso, algunos que riñen no atiende. Si ve a otros en fiestas o bailes o en cualquiera otra cosa divertidos, igualmente pasa adelante porque él es peregrino y nada de esto le pertenece. Hacia la patria camina, hacia la patria suspira y contento con el vestido y comida, no quiere cargarse de otra cosa. Dichoso verdaderamente el que así reconoce su morada y llora por ella diciendo: Yo soy delante de vos, peregrino y viajero, del mismo modo que lo han sido todos mis padres. Mucho es esto a la verdad, pero acaso hay todavía un grado más alto de virtud. El peregrino, aunque no se mezcla en los negocios de los ciudadanos, con todo eso a veces se deleita en ver lo que pasa o en oír lo de otros o en contra él mismo lo que ha visto; y con estas y semejantes cosas, aunque del todo no se pare se detiene y retarda: y de este modo, acordándose menos de la patria, se apresura poco para llegar a ella. Y aún tanto puede detenerse en estas cosas, que no sólo se detenga y no llegue con presteza, sino que quedándose del todo no llegue ni aún tarde.

 

¿Quién pues estará más ajeno de las cosas del siglo que el peregrino? Ciertamente aquellos a quienes dice el Apóstol: Vosotros estáis muertos y vuestra vida está escondida en Dios con Jesucristo. Puede el peregrino con ocasión del Viático fácilmente, ya detenerse buscándolo ya cargarse demasiado llevándolo. Pero el muerto, aunque le falte la sepultura no lo siente. Del mismo modo oye a los que le vituperan que a los que le alaban, del mismo modo a los aduladores que a los murmuradores; más bien ni los oye siquiera, porque está muerto. Dichosa muerte sin duda que así le hace puro o, por decir mejor, ajeno a las cosas del siglo. Pero es necesario que no viviendo en sí mismo ya, viva Cristo en él. Y esto es lo que dice el Apóstol: yo vivo o más antes no soy yo quien vive, sino que Jesucristo es quien vive en mí. Como si dijera: para todas las demás cosas estoy muerto. No las siento, porque me agrada lo que veo hacerse en honor suyo y me desagrada lo que se hace de otra manera. Sublime grado de perfección es éste sin duda alguna.

Pero tal vez podrá encontrarse otro superior. ¿En quién pues le buscaremos? ¿En quién te parece sino en el mismo de quien poco ha estábamos hablando puesto que fue arrebatado hasta el tercer cielo? ¿Porque qué puedes impedir que le llames tercer cielo si llegas a encontrar sobre este otro grado más alto? Escucha pues, al mismo, no gloriarse de tanta altura sino decir: Esté lejos de mi gloriarme en otra cosa, que en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo por quien el mundo está crucificado para mí y yo estoy crucificado para el mundo. No sólo dice muerto para el mundo sino también crucificado, que es un género ignominioso de muerte. Yo para él dice y, al mismo tiempo, él para mí. Los deleites de la carne, las riquezas, las alabanzas vanas de los hombres, pero en las cosas que el mundo reputa cruz, en estas estoy enclavado, a esas me llego, a esas me abrazo, ¿No es este más excelente grado que el primero y el segundo? El peregrino, si es prudente y no se olvida de su peregrinación, aunque con trabajo pasa adelante y no se embaraza mucho con las cosas del mundo. El muerto igualmente desprecia las cosas suaves del siglo, que las ásperas. Pero el que ha sido arrebatado hasta el tercer cielo tiene por cruz cuanto el mundo abraza, y abraza las cosas, que al mundo le parecen cruz. También en estas palabras del Apóstol se puede entender, que el mundo estaba crucificado para él, porque le reputaba como crucificado. Y que él mismo estaba crucificado al mundo por un afecto de compasión, con que le lloraba. Miraba al mundo crucificado en los lazos de los vicios y él se crucificaba en el mundo por la compasión, que le tenía.

Examinemos ahora cada uno de nosotros en qué grado nos hallamos y procuremos aprovechar de día en día porque adelantando de virtud en virtud será el Dios de los Dioses en Sión. Especialmente en este santo tiempo esforcémonos, os pido, a vivir con toda pureza; puesto que nos está señalado un cierto y breve número de días, para que no desespere la fragilidad humana. Porque si nos dijeran: en todos tiempos están solícitos por de todos modos guardar la pureza de una buena conducta ¿quién no desesperaría? Más ahora nos encargan enmendar en un corto número de días las negligencias del tiempo pasado, para que al menos así gustemos la dulzura de la perfecta pureza y después en todo tiempo resplandezcan vestigios claros de esta Santa Cuaresma en nuestras costumbres. Recibamos pues, hermanos míos, este santo tiempo con toda devoción y reparemos ahora con más esmero nuestras espirituales armas. Porque ahora es, cuando con todo su ejército, que se compone de todo el orbe entra en combate contra el diablo el Salvador: dichosos los que debajo del manto de tal Capitán, pelearen valerosamente. Todo el año la guardia doméstica del Rey tiene las armas en la mano y está siempre dispuesta para la guerra: pero una vez y a determinado tiempo se junta y sale a la campaña todo el ejército. Dichosos vosotros que merecisteis ser sus domésticos y familiares a quienes dice el Apóstol: ya no sois huéspedes y pasajeros, sino que sois ciudadanos de la misma ciudad de los santos, y domésticos de Dios. Pues ¿qué deberán hacer los que prometieron pelear todo el año cuando también los bisoños, y que antes holgaban, toman las armas espirituales? Verdaderamente es preciso que cada uno se aliente y trabaje algo más de lo acostumbrado en la ordinaria pelea, para que así se logre una grande victoria que sirva como gloria a nuestro Rey y a nosotros para la salud.

 

RESUMEN:

Descripción del peregrino según el espíritu. Cómo debe estar muerto, y crucificado, para el mundo.  Son determinados y pocos los días de la Cuaresma para que no desmaye el ánimo. En la Cuaresma, la iglesia toda pelea contra el diablo.

 

 

Fuente: https://sigilummilitumxpisti.blogspot.com/